Doña
Josefa tiene 89 años. Vive con su esposo en un cuarto piso de alquiler
de renta antigua en el centro de mi ciudad. Ha estado trabajando toda su
vida limpiando escaleras, viviendas y lo que se preciara siempre para el
mismo empresario. Este empresario ahora tiene 82 años.
Doña Josefa ha estado durante muchos años trabajando sin estar dada de alta y empezó a cotizar a pocos años de su jubilación.
Durante
muchos años, el empresario le cedió la casa de la portería (un último
piso sin ascensor) que es donde reside. Cuando se jubiló pasó a pagar un
alquiler por imposición del que dejó de ser su jefe, pasando a ser su
casero.
Paga
20 € al mes (renta antigua) y el casero ha intentado desahuciarla,
aunque no ha podido porque le ha quedado una pensión por debajo del
salario mínimo interprofesional y la Ley no lo permite, por ser vivienda
de renta antigua.
El
casero, dueño de todo el edificio, vendió uno de los pisos hace un año
(tras desahuciar al anterior inquilino) con la condición que le puso el
comprador de instalar un ascensor. El ascensor todavía está en
construcción y Doña Josefa, que no tiene mayor ilusión por dicho
artefacto, solo quiere que su esposo, que hace muchos años que no puede
caminar, pueda bajar a la calle, con el fin de que le mejore el humor,
pues le hace la vida imposible.
Doña
Josefa ha sido víctima de malos tratos toda su vida, de los de paliza,
de los de hostias...el otro día, mientras la ayudaba a subir las
escaleras, tras orinarse encima, me contó que no quería ir a su casa,
que era una tortura estar con él. Me contó un episodio muy triste a cada
esfuerzo por subir los peldaños de la escalera: una vez le cogió el
miembro a su marido y le amenazó con contárselo si no paraba de
pegarle...se le ha quedado grabado a fuego porque algunos días me
pregunta quién soy yo y otros días me dice: “qué bonica eres, que de
buena sangre eres” y recuerda mi indignación al subir el último piso,
lleno de escombros, apuntalamientos, peligrosísimo, sin una barandilla,
sin una malla de protección por las ya interminables obras del puto
ascensor....y yo, intentando llevarla para arriba, con su compra en el
rellano del edificio, la dejo en su puerta, vuelvo a bajar, cojo su
compra y observo que ha comprado chocolates, pastelitos y dulces..
El
otro día, el abogado del casero me dijo que, debido a que Doña Josefa
no ha participado en el precio de las obras del ascensor, se iba a
instalar un sistema de llaves y Doña Josefa no podrá usar habitualmente
el mismo, solo si algún otro vecino le hace el favor.
El
casero se ha beneficiado de una subvención para instalación del
ascensor alegando que hay un discapacitado en el edificio (el marido de
Doña Josefa).
El
casero, para que nos hagamos una idea, paga al año más de 150.000 € en
contribuciones de todos los inmuebles (pisos, cocheras, bajos
comerciales) que tiene.
Todavía
este señor me intenta vender (como dándome una enseñanza de vida tras
sus octogenarias experiencias) que la vida son dos días, que lo
importante es la salud y la familia. Yo miro, callo y recuerdo con una
gran ternura a Doña Josefa cuando me la cruzo en la escalera,
descansando e incluso sentándose de vez en cuando...con una alegría que
no es normal, sobre todo cuando viene de tomarse el anís.
Siempre
lleva dos vestidos, no le he visto más; zapato cómodo, grandes ojeras,
delgadez suprema y educación exquisita. No está sola, tiene varios hijos
que van a verla y parecen buena gente, pero no puedo evitar pensar que
deberían estar viviendo en otro sitio: ella en casa de alguna hija, con
algún jardín con vistas y un bar cerca y él en un asilo o algo por el
estilo, cada uno por su lado, que bastante penitencia ha tenido la
pobre.
Mi
conclusión es que muy poca gente hace dinero ayudando a los demás. Ya
una vez mayor, con todo el dinero y patrimonio que ha podido
acumular....mi casero todavía prioriza en acumular dinero, olvida a la
que ha sido su sirvienta ahorrandose la cotización correspondiente pero
utilizando la discapacidad de su cónyuge para que le salga el ascensor
más barato....
Por
otro lado, siento verdadera tristeza por la continua mala suerte en la
vida de una buena persona, víctima de un tiempo anterior en que no podía
nada más que trabajar, criar y aguantar. No le quedará mucho tiempo de
vida a Doña Josefa. Su hija me ha dicho que las pérdidas de memoria, de
equilibrio, el orinarse sin más, son anginas de pecho muy fuertes que le
dan cada vez más de continuo. Necesito saber que hay cosas buenas en su
vida porque no es posible una existencia tan triste y tan castigada y
una vejez tan poco disfrutada.
El
otro día me dijo que le gustaba Juanita Reina. Se lo pregunté mientras
la subía a su casa para intentar quitar hierro de lo incómoda que se
sentía porque yo la ayudara. También me dijo que estaba orgullosa de sus
hijos, que tienen estudios. Me quedo con eso, por lo menos, siente que
ha hecho algo bueno en su vida. Y eso es importante.
Por cierto, el casero es el mismo que el mio...Dios nos pille confesados...
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